Dicen los críticos que el compromiso de Mario Benedetti con la alegría y con la vida -más allá de la mera supervivencia- es solo comparable con su compromiso con la poesía. No sé vosotros pero yo -en esta ocasión- les doy la razón.
En cuanto a lo segundo, porque es bien conocida la evolución del autor en su estilo, la presencia de metapoesía en sus escritos y más detalles teóricos con los que no os voy a abrumar.
Y en cuanto a lo primero -y de esto sí os quiero hablar-, porque indagar en la obra y la trayectoria vital de Benedetti es abrir los ojos a un universo personal digno de admiración: admiración por su actitud ante la vida, esa juventud madura que le impulsó a superar decepciones y obstáculos y a levantarse tras duras caídas; y admiración por su capacidad para transmitir esta actitud a su poesía y transformarla -cual rey Midas- en belleza.
En poemas como el que os invito a leer hoy, un sonriente Benedetti proclama la defensa a capa y espada de una alegría y paz frutos de una conquista personal.
Y en un día como hoy, nublado en Asturias (región desde la que os escribo), jornada en la que no sé si estaréis bien o mal, felices o destrozados por alguna de esas "funas puñaladas" -que diría algún poeta- que a veces nos atesta la vida, os invito a tomar el salvavidas del arte y a navegar en esa auténtica alegría que solo puede emanar del interior, de una conciencia tranquila y de la aceptación serena de la realidad.
Extraordinariamente conocido -y más tras su adaptación para formar parte del proyecto titulado “El Sur también existe” que canta Joan Manuel Serrat- sea "Defensa de la alegría" vuestro credo en la mañana de hoy.
En cuanto a lo segundo, porque es bien conocida la evolución del autor en su estilo, la presencia de metapoesía en sus escritos y más detalles teóricos con los que no os voy a abrumar.
Y en cuanto a lo primero -y de esto sí os quiero hablar-, porque indagar en la obra y la trayectoria vital de Benedetti es abrir los ojos a un universo personal digno de admiración: admiración por su actitud ante la vida, esa juventud madura que le impulsó a superar decepciones y obstáculos y a levantarse tras duras caídas; y admiración por su capacidad para transmitir esta actitud a su poesía y transformarla -cual rey Midas- en belleza.
En poemas como el que os invito a leer hoy, un sonriente Benedetti proclama la defensa a capa y espada de una alegría y paz frutos de una conquista personal.
Y en un día como hoy, nublado en Asturias (región desde la que os escribo), jornada en la que no sé si estaréis bien o mal, felices o destrozados por alguna de esas "funas puñaladas" -que diría algún poeta- que a veces nos atesta la vida, os invito a tomar el salvavidas del arte y a navegar en esa auténtica alegría que solo puede emanar del interior, de una conciencia tranquila y de la aceptación serena de la realidad.
Extraordinariamente conocido -y más tras su adaptación para formar parte del proyecto titulado “El Sur también existe” que canta Joan Manuel Serrat- sea "Defensa de la alegría" vuestro credo en la mañana de hoy.
Feliz viernes, queridos lectores.
Defensa de la alegría
A Trini
Defender la alegría como una trinchera
defenderla del escándalo y la rutina
de la miseria y los miserables
de las ausencias transitorias
y las definitivas
defender la alegría como un principio
defenderla del pasmo y las pesadillas
de los neutrales y de los neutrones
de las dulces infamias
y los graves diagnósticos
defender la alegría como una bandera
defenderla del rayo y la melancolía
de los ingenuos y de los canallas
de la retórica y los paros cardiacos
de las endemias y las academias
defender la alegría como un destino
defenderla del fuego y de los bomberos
de los suicidas y los homicidas
de las vacaciones y del agobio
de la obligación de estar alegres
defender la alegría como una certeza
defenderla del óxido y la roña
de la famosa pátina del tiempo
del relente y del oportunismo
de los proxenetas de la risa
defender la alegría como un derecho
defenderla de dios y del invierno
de las mayúsculas y de la muerte
de los apellidos y las lástimas
del azar
y también de la alegría.
Mario Benedetti
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