Chile la vio nacer, y aunque su verdadero nombre es Lucila de María del Perpetuo Socorro Godoy Alcayaga, es su sobrenombre, Gabriela Mistral, el que se ha convertido en símbolo de las aspiraciones idealistas de todo el mundo latinoamericano.
La obra poética de esta mujer, Premio Nobel de Literatura en 1944, surge del modernismo, más concretamente de Amado Nervo, y ha ido evolucionando, siendo quizás su idealismo y autenticidad las notas más características de su vida y sus escritos. En este poema, canta a la ausencia.

Ausencia
Se va de ti mi cuerpo gota a gota.
Se va mi cara en un óleo sordo;
se van mis manos en azogue suelto;
se van mis pies en dos tiempos de polvo.
¡Se te va todo, se nos va todo!
Se va mi voz, que te hacía campana
cerrada a cuanto no somos nosotros.
Se van mis gestos que se devanaban,
en lanzaderas, debajo tus ojos.
Y se te va la mirada que entrega,
cuando te mira, el enebro y el olmo.
Me voy de ti con tus mismos alientos:
como humedad de tu cuerpo evaporo.
Me voy de ti con vigilia y con sueño,
y en tu recuerdo más fiel ya me borro.
Y en tu memoria me vuelvo como esos
que no nacieron ni en llanos ni en sotos.
Sangre sería y me fuese en las palmas
de tu labor, y en tu boca de mosto.
Tu entraña fuese, y sería quemada
en marchas tuyas que nunca más oigo,
¡y en tu pasión que retumba en la noche
como demencia de mares solos!
¡Se nos va todo, se nos va todo!
Gabriela Mistral
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